Luis de Mata Carriazo y Arroquia (1899 - 1989)





LUIS DE MATA CARRIAZO Y ARROQUIA (Jódar-Jaén-, 13 de mayo de 1899 - Sevilla, 20 de junio de 1989)


Historiador y ar­queólogo.

Nace en Jódar a las una y media de la tarde en la Carrera de la Libertad, hoy calle General Fresneda. Fue hijo de Diego Antonio Carriazo Delgado y de María de los Ángeles Arroquia Mesa. Su padre era de Quesada y de profesión abogado. Fue bautizado por un pariente suyo, Petronilo Carriazo, que ejercía en la Parroquia de Santiago en Huéscar (Granada) el 21 de mayo de ese año. Su abuelo médico. Inmediatamente tras su nacimiento se trasladó a Quesada, de donde era natural su padre y en donde ejercía su profesión como Juez Municipal, pasando allí su niñez. Cursa por libre los estudios de bachillerato, salvo el último año, que lo realiza como alumno oficial en el Instituto General y Técnico de Jaén.

Sus inquietudes literarias le llevaron a publicar, entre 1914 y 1918, una trein­tena de artículos en distintos periódicos de Jaén: La Solución, La Lealtad, El Pueblo Católico, La Regeneración, a los que acompañaron más tarde otros trabajos en la re­vista Don Lope de Sosa, dirigida por Alfredo Cazabán, Paisaje y colaborando en el Boletín del Instituto de Estudios Giennenses, a cuya corporación perteneció, como miembro de honor, desde abril de 1951.

Estudia en la Universidad de Granada donde realiza en la Facultad de Filosofía y Letras los dos cursos comunes. Como no existe por entonces sección de Historia en dicha Facultad traslada su expediente a Madrid, donde se licencia en Filosofía y Letras, Sección de Historia, en 1921. Durante su vida de estudiante en Madrid conoció a José de la Peña Cámara, ex-director del archivo de Indias, compartiendo ideales de la revolución bolchevique.

Mientras Carriazo realizaba el doctorado, murió su madre en Quesada. Lee su tesis docto­ral, sobre Las ideas sociales de Juan Luis Vives (1923). Durante el curso 1923-1924 colaboró como “auxiliar interino gratuito” en la Facultad, pero fue en otras dos instituciones ma­drileñas donde el joven Carriazo completó su forma­ción: el Instituto-Escuela (1920-1927) y el Centro de Estudios Históricos (1922-1927). En el primero se formó como docente. En el segundo se incorporó a la sección de Arqueología dirigida por Manuel Gómez-Moreno, al que siempre recordó como su maestro. Son los años decisivos para su formación como investigador. Pu­blica sus primeros artículos en el Archivo Español de Arte y Arqueología y prepara su edición de la Crónica de los Reyes Católicos de Valera.

En 1924 Carriazo rea­liza sus primeras excavaciones: la villa romana de Bru­ñel y la sepultura argárica del Corral de Quiñones, ambas en las proximidades de Quesada.

En 1927, tras algunos años sin convocarse oposiciones, tiene la oportunidad de opositar a cátedra. Gana la plaza en julio, en agosto muere su padre y, fines de septiem­bre, ya está en su destino: Sevilla. Aquí, en esta ciudad, como gran amante de los paseos y del cine, acudía al Cine Pathé recién inaugurado en la calle Cuna y a las tertulias del Pasaje Oriente donde conoció a Ramón Carande, Pedro Salinas y otros catedráticos, donde se hacía especial hincapié en temas de actualidad política; era considerado como un “hombre muy moderado, de centro-izquierda”, lo que le valió tras la Guerra Civil un año de prisión.
Durante su primer curso sevillano proyecta, junto a Ramón Carande, la edición del Tumbo de los Reyes Ca­tólicos del Archivo Municipal.

En 1929 conoce a Ma­ría Providencia Ramírez, con la que contrae matrimo­nio antes de terminar el año. Sus hijos, Diego y Juan, nacerán, respectivamente, en 1930 y 1932.

En esta úl­tima fecha, Carriazo es nombrado director del Insti­tuto-Escuela de Sevilla y de las excavaciones de Itálica; tareas que añade a las propias de su cátedra en la Universidad. Hasta 1936 compaginará sus ocupaciones en estos tres frentes, e incluso asume un nuevo proyecto: la edición de la Colección de crónicas españolas. No en vano, Espasa Calpe había contactado con Carriazo por indicación expresa de Ortega y Gasset.

En el verano de 1935 obtuvo una beca para viajar por diferentes museos de Europa, estuvo en Francia, Alemania e Inglaterra, aunque no prodigó mucho sus investigaciones en el extranjero; destacar el  Crucero oficial Universitario de 1932 por el Mediterráneo conociendo las grandes culturas del Mare Nostrum en compañía de Gómez-Moreno.

La Guerra Civil sorprendió a la familia en Madrid, trabajando Juan de Mata en las Crónicas. En noviem­bre de 1936, con notables dificultades, se trasladan a Valencia. Allí Carriazo se incorpora a la universidad. A finales de mayo de 1937, la familia deja su domicilio en la ca­pital para hospedarse en la localidad de Alfara de Al­gimia. Algunos meses más tarde volverá a Valencia. Carriazo forma parte también de la Junta del Tesoro Artístico, lo que le obliga a intervenir en el rescate de piezas perdidas en aquellos dramáticos momentos. Avanzado el año 1938 se desplaza a Quesada, donde salva de la destrucción el Archivo Municipal. Allí per­manecerá hasta el final de la guerra. Mientras tanto, en Sevilla se desconoce su paradero, y se le busca. El proceso de “depuración” ya estaba en marcha. Du­rante nueve meses hubo de aguardar, encarcelado en la prisión provincial de Sevilla, el juicio que le devol­viera la libertad. Pese a todo, continuó preparando sus ediciones de las Crónicas españolas. Nunca quiso Carriazo recordar aquellos días, y nunca escribió so­bre ello.

Entre 1950 y 1954 colaboró con la Escuela de Estudios Hispano-Americanos, organismo sevillano del Consejo Superior de Investi­gaciones Científicas (CSIC). La segunda mitad de la década de los cincuenta será pródiga en honores y dis­tinciones. En  1956 se le nombra delegado de zona del Servicio Nacional de Excavaciones Arqueológicas, cargo que desempeña hasta su jubilación en 1969. Como delegado de zona, vuelve a quedar bajo su su­pervisión el yacimiento de Itálica. Y como tal, acude a inspeccionar el hallazgo de los materiales aparecidos en septiembre de 1958 en el cerro de El Carambolo[i], apuntando a que se trataba de un yacimiento de la civilización Tartessos y anotando que podría tratarse de un tesoro del mismo Argantonio. Desde entonces el nombre de Carriazo ha quedado ligado al estudio de Tartesos. La importancia del ya­cimiento, así como los trabajos realizados en Ébora (Sanlúcar de Barrameda) y el descubrimiento del “Bronce Carriazo”, explican tal circunstancia.

Su discurso de ingreso en la sevillana Academia de Bellas Artes de Santa Isabel de Hungría en noviembre de 1958 versa sobre el tema de Tartesos; continúa excavaciones en el cortijo de Ébora, descubre poblados, valiosas especies cerámicas omo la de “reticula bruñida”. Paseando por el mercadillo sevillano, el Jueves, en la calle Feria, halla una pequeña y preciosa pieza metálica, que será conocida como el “Bronce de Carriazo”: diosa de la fecundidad de Tharsis, la venus andaluza, que se encuentra en el Museo Arqueológico de Sevilla, junto al su Tesoro del Carambolo.

En mayo de 1969, al alcanzar los setenta años, re­cibe la jubilación. Meses más tarde muere su esposa.

La década de los setenta fue fructífera en trabajos y distinciones. En 1971 su Protohistoria de Sevilla recibía el Premio Ciudad de Sevilla. En 1973 veía publicado por fin su Tartesos y el Carambolo. Publicados ya los resultados de sus investigaciones sobre la cultura tartésica, Carriazo vuelve de lleno a los quehaceres historiográficos.

En 1976 fue elegido Miembro Numerario de la Real Academia de la Historia, a la que pertenecía como correspondiente desde 1945. Fue también Académico de la de Bellas Artes de San Fernando, de la Academia Portuguesa de la Historia y perteneció a la Asociación de Arqueólogos Portugueses. Además fue miembro Honorario del Instituto Arqueológico Alemán. La Universidad de Jaén le tiene dedicado un aulario.

La enfermedad y la muerte con noventa años, el 20 de junio de 1989, le impedirán concluir la edición de la Crónica de Juan II de Castilla, de Alvar García de Santa María. La década de los ochenta fue para Juan de Mata la de las grandes demostraciones públicas de reconocimiento. En 1983 es nombrado hijo predilecto de Jódar, en 1986 hijo adoptivo de Sevilla, y en 1987, hijo predilecto de Andalucía.

Obras: Crónica de los Reyes Católicos (Madrid, 1927); Colección de Crónicas Españolas, (Madrid, 1940-1946); Crónica de los Reyes Católicos,(Sevilla, 1951); Memorias del reinado de los Reyes Católicos (Madrid, 1962); “Historia de la guerra de Granada”, en Historia de España (Madrid, 1969); El Tumbo de los Reyes Católicos del concejo de Sevilla, (Sevilla, 1929-1971); En la frontera de Granada (Sevilla, 1971); Tartesos y El Carambolo. Investigaciones arqueológicas sobre la Protohistoria de la Baja An­dalucía (Madrid, 1973); Colección diplomática de Quesada (Jaén, 1975); El maestro Gómez-Moreno contado por él mismo, discurso de ingreso en la Real Academia de la Historia, (Sevilla, 1977); El Carambolo (Sevilla, 1978); Protohistoria de Sevilla. En el vértice de Tartesos (Sevilla,1980); Los relieves de la guerra de Granada en la sillería del coro de la catedral de Toledo (Granada, 1985); La boda del Emperador (Sevilla, 1998); Paseos por la historia de Sevilla (Sevilla, 1999).




[i] Conjunto de varias piezas de oro y cerámica de origen fenicio, que fueron encontradas en 1958 en el cerro de El Carambolo en el municipio de Camas, a tres kilómetros de Sevilla. La fabricación del conjunto está datada, según varios expertos, en un lapso entre los siglos VI a V AC para el collar, y en torno a la primera mitad del siglo VII AC para el resto de las piezas. Recientes estudios concluyen que se trata del ajuar propio de animales que eran sacrificados en templos fenicios dedicados al dios Baal y la diosa Astarté, confirmando las hipótesis inicialmente formuladas en 1979, que divergían de la tradicional atribución de las piezas a la cultura tartésica.
 Mientras algunas opiniones coincidían -arqueólogos románticos y tartesiólogos- en que todos estos adornos de oro posiblemente eran portados por una sola persona -tal vez un hombre- en momentos de máxima representatividad u ostentación, la arqueología se decanta por la hipótesis de que se trata de adornos para algún animal que los fenicios sacrificasen a Astarté, dejando luego la joyería en una fosa o bóthros ritual. Pese a ello, quienes pensaron que era el ajuar de un rey o reyes -o bien de un sacerdote- son personalidades tales como Juan de Mata Carriazo, Blanco Freijeiro, Maluquer de Montes y otros tantos ilustres arqueólogos. Modernamente se ha hipotetizado que un tesoro de estas características pueda tratarse de joyas para animales, lo cual ni encaja con el valor del ajuar en su época -ya que son unos tres kilos de oro- ni con una función normal de uso de piezas de orfebrería en la antigüedad.

Calle Historiador Juan de Mata Carriazo: Distrito Este - Barrio Egido de Belén

Enlaces en la Red:

1.       http://dbe.rah.es/biografias/10881/juan-de-mata-carriazo-y-arroquia “Juan de Mata Carriazo y Arroquia. Biografía” Luis Carriazo Rubio
4.       http://www.saudar.com/saudar/?m=c&o=444 “Juan de mata Carriazo y Arroquia. Un Galduriense universal” Ildefonso Alcalá Moreno 
7.       http://institucional.us.es/revistas/spal/19/art_3.pdf “Una trayectoria rota. Juan de Mata Carriazo, catedrático de Prehistoria e Historia de España antigua y media de la Universidad de Sevilla” Alfredo Mederos Martín

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