Ignacio Eduardo Figueroa Hernández (1842 - 1919)
IGNACIO EDUARDO FIGUEROA HERNÁNDEZ (Jaén, 4 de enero de 1842 - Madrid, 30 de enero de 1919)
Nace en Jaén. Su padre Ignacio Figueroa y Mendieta (1808 –
1899) y su madre Ana María Hernández y Otón. Sus hermanas, Luisa y Micaela.
Ignacio Figueroa Mendieta era un negociante capitalista,
viajaba con mucha frecuencia a Adra donde su padre tenía una fundición. En
contra de la voluntad de sus padres vivió una historia de amor con Ana María
Hernández y Otón de la que nació nuestro personaje.
Ignacio Figueroa Mendieta, era un atractivo joven millonario
y Ana María solo la hija del administrador de la fundición familiar “Hortales”
de Adra. Con su amor habían desafiado lo establecido socialmente y con el
tiempo la pareja se rompió. Sus padres, que no aceptaban esta relación,
lograron que el acaudalado heredero abandonara a su familia. Ignacio tenía tres
años cuando su padre se alejó definitivamente para fijar su residencia en
Madrid donde conoció a Ana de Torres con la que contrajo matrimonio en 1852. Su
ascensión social fue rápida. Pronto se convirtió en Marqués de Villamejor y en
padre de cinco legítimos hijos (María Francisca, José, Gonzalo, Álvaro y
Rodrigo), porque los nacidos de su primera relación, nunca quiso reconocerlos.
Asumió la paternidad obligado por sentencia del Tribunal Supremo.
La infancia de Ignacio estuvo marcada por el abandono de su
padre y la sombra del triunfo de unos hermanastros con los que al parecer nunca
tuvo relación. La animadversión hacia ellos la mantuvo hasta su muerte. Una de
sus últimas voluntades fue la prohibición expresa de que las fincas que legaba
no pudieran pasar, bajo ningún concepto, a sus hermanastros ni a sus
descendientes.
Estudió en colegios de Francia. Cursó contabilidad
comercial, inglés y francés.
Con su padre estuvo litigando hasta los 44 años. Los pleitos
comenzaron con las demandas interpuestas por Ana Hernández en nombre de sus
hijos Luisa e Ignacio. Primero para conseguir
una pensión para ellos y después, los propios hermanos con el fin de ser
declarados hijos naturales. La pensión la consiguieron con facilidad. El padre
intentó que renunciaran a llamarse sus hijos y a usar su apellido. Como quiera
que había mantenido a ambos hijos, si bien “no ciertamente con generosidad y
esplendidez”, alegaba que los había atendido por “simple caridad y compasión” y
que el haber “dado carrera al varón había tenido por objeto el ponerle en
condición de que pudiera alimentar a su madre”. Para evitar escándalos intentó
pactar con los interesados. Como estos no aceptaron retiró la pensión que
pasaba tanto a la madre como a los hijos que decía no tener. La sentencia
dictaminó a favor de los hermanos estimando que eran hijos naturales y que el
apellido no era un honor reservado exclusivamente a los hijos legítimos. Y lo
más significativo, nuestro interesado quedaba capacitado para recibir la
sustanciosa herencia que revertiría en la Económica.
Figueroa fue un hombre
triste y enfermo. Vivió mucho tiempo en Jaén, su ciudad natal. Los que lo conocieron
decían de él que era que “parco en gastar, modesto en su vestir, moderado en
sus comidas”. Y, además, conocedores de la fortuna que había heredado y de que
no tenía hijos, se preguntaban que para qué querría tanto dinero. Casi nadie en
Jaén estaba al corriente de que sus hermanos de padre eran el conde de
Mejorada, la condesa de Almodóvar, el conde de Irueste, el marqués de Tovar y
el mismísimo conde de Romanones. Muy pocos sabían que aquel señor austero que
paseaba por la ciudad era el hermano del que había sido alcalde de Madrid,
varias veces ministro y en dos ocasiones presidente del Consejo de Ministros.
Pasaba largas temporadas en La Carolina. En esa localidad su padre explotaba
minas de plomo y él trabajaba en las oficinas. Todo ello después de la
reconciliación. A los tres años de la muerte de su padre le dedicó una placa
que aún se conserva en La Carolina, en la torre de perdigones de la antigua
fundición de la calle Ondeano. Y otro detalle para honrar la memoria de su
progenitor: Una cláusula de su testamento estipula que en una de las casas que
legaba, la del Paseo de Atocha, se conservase perpetuamente la lápida del
portal que recordaba haber sido edificada por su padre.
El invierno de 1914 fue muy frio en la capital de España y el
30 de enero, en su casa madrileña de la calle Hileras, don Ignacio agonizaba.
El notario redactaba el testamento que ni siquiera pudo firmar. No había
testigos que pudieran contar qué le motivó a entregar a la Real Sociedad Económica
de Amigos del País de manera desinteresada toda su herencia. En su agonía le
quedó un hilo de voz para pronunciar su sueño: una Económica con recursos
necesarios para ejecutar sus proyectos. Tenía 72 años. La prensa madrileña no
se ocupó del óbito, pero sí de anunciar, el mismo día de su muerte, la fastuosa
boda de su sobrino, hijo primogénito del conde de Romanones; y otro entierro,
el del marqués de Urquijo. Era el hijo proscrito.
Con la fabulosa herencia, nuestra antigua Entidad se
encontraba de la noche a la mañana con tres casas en Madrid. Ignacio Figueroa
no tuvo mucha relación con la Casa, ni siquiera era socio. Las casas se
vendieron y con parte de su importe se acometió la construcción de un nuevo
edificio. Con el resto, 425.000 pesetas, adquirieron unos bonos que rentaban
anualmente 17.000 pesetas. Después de solventar muchos problemas el flamante
edificio se inauguraba el 21 de septiembre de 1921. La Junta de Oficiales,
ciertamente se lo agradeció. En cada aniversario de su muerte, le decía unas
misas en la iglesia de San Ildefonso y entregaba 250 pesetas para trajes a los
niños necesitados y más aplicados de la Escuela de Primeras Letras, más 50 a
cada uno de los párrocos de la ciudad. En su memoria estaba previsto colocar un
monumento con su busto en el jardín del nuevo edificio. En 1916, a petición de
Ramón Espantaleón cuando presidía el Ayuntamiento, se le dio su nombre a una de
las calles de la ciudad.
Calle Ignacio Figueroa: Distrito Centro - Barrio San Ildefonso
Enlaces en la Red:
1. http://www.bibliotecavirtualdeandalucia.es/catalogo/publicaciones/numeros_por_mes.cmd?idPublicacion=102236 “Don Lope de Sosa: Ignacio Figueroa
Hernández” 1914-261
2. http://www.enjaendonderesisto.es/firmas-invitadas/la-economica-o-el-sueno-de-un-filantropo
“La económica o el sueño de un filántropo” María José Sánchez Lozano
3. http://manuelblasmartinezmapes.blogspot.com.es/2009/05/ignacio-figueroa-y-mendieta-marques-de.html “El
marqués de Villamejor. Una vida bien aprovechada”
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