Mírez (siglo XVII-XVIII)
MÍREZ (siglo XVII-XVIII)
Los Mírez tendrán un gran protagonismo en la vida social de
Jaén, ocupando puestos señalados e influyentes. De este linaje son Luis de Mírez, alcalde del Cabildo en 1.602; el escribano[i]
Cristóbal de Mírez Ortuño, que regentó una escribanía del número muy activa en
los años 1.636-76. Otros miembros señalados ya en el siglo XVIII son Pedro de Mírez y Heredia, notario mayor del Tribunal de la Santa Cruzada, que
vivió en la calle de Los Peñas y Luis de Mírez, también notario de Cruzada que
tenía sus casas en el Mercado. De la actividad patrimonial de la familia es aún
testimonio la denominada calle Horno de los Mírez, en el barrio de la
Magdalena. Un Miguel de Mírez fue gobernador de la cofradía de Nuestro
Padre Jesús en 1.779.
Cristóbal de Mírez, hijo de Salvador de Mírez y de María de
Espinosa, fue jurado[ii],
mercader y propietario de la notaría de la Santa Cruzada en Jaén. Se casó en El
Sagrario el 17 de febrero de 1656 con
María Espinosa de los Monteros, hija de Jorge Rodríguez y de Isabel
Espinosa de los Monteros. Este matrimonio funda en Jaén, previa licencia
real, dos mayorazgos[iii] el 20
de junio de 1.702 en cabeza de Juan
Manuel de Mírez, su hijo primogénito, y de Cristóbal de Talavera y Mírez, su
nieto. Sus fundadores, prescindiendo de remotos antecedentes nobiliarios, se dedicaban a negocios mercantiles de gran importancia. Era don Cristóbal, jurado del Ayuntamiento y descendía de Alonso de Gormaz y Mírez, llamado "El Teatino" y "El Santo" por sus grandes virtudes, que vivió en Jaén en el siglo XVI. Su mujer y cofundadora lo era de los Espinosas de los Monteros, escribanos mayores del Consejo en los siglos XV y XVI. Fallece Cristóbal el 14 de septiembre de 1703. Tuvieron estos hijos: Juan
Manuel, María Ana, Juana, María Antonia y Margarita de Mírez y Espinosa de los
Monteros. Esta última se casa en segundas nupcias en El Sagrario de
Jaén el 29 de abril de 1.689, con su primo, Francisco de Mírez López,
oriundo de Baeza. Fue dueño y patrono de la capilla del Cristo de la Buena
Muerte, sita en el convento de la Merced de la ciudad de Jaén.
El origen del culto y devoción al Santísimo Cristo de la Buena Muerte hay que buscarlo en la religiosidad familiar de Francisco de Mírez López que vivió largos años en el entorno de la parroquia granadina de El Salvador, en la que bautizó a algunos de sus sietes hijos, entre ellos al único varón, al que luego se debería la consolidación de esta popular devoción.
Ejerció Francisco como administrador o gobernador del señorío de Noalejo y mantuvo abierta Casa en las proximidades del Arco de la Puerta de Granada, collación de El Sagrario o Santa María. De su etapa como feligrés de El Salvador en Granada, arrancó su particular devoción a la imagen de “Cristo recogiendo la túnica”, obra de José de Mora.
Al salir de Granada el 28 de septiembre de 1726, Francisco de Mírez, quiso satisfacer su personal devoción a esta imagen, por lo que encargó una copia para colocarla en el oratorio particular de su domicilio jaenés a donde llega el día 30 y permanecerá cinco meses hasta que por indicación del obispo Rodrigo Marín y Rubio se traslada al cercano convento de Nuestra Señora de la Merced que finalizaba por aquellos días una amplia reforma volviéndose a abrir al culto el 23 de enero de 1.727 y donde se incorpora al culto la imagen, convenientemente promocionada por los religiosos, y que prende en las gentes del barrio que comenzaron a frecuentar la capilla (capilla-hornacina ubicada a la derecha de la puerta principal o cuarta del costado derecho, mirando desde el Altar Mayor).
Los Mírez deseaban acrecentar la fama de su capilla y el fervor popular por la imagen entonces denominada del “Señor de la Caída” y consiguieron que el Papa Benedicto XIII y el obispo Rodrigo Marín Rubio, convirtieran la capilla en altar privilegiado de Ánimas, por lo que se le consideraba "abogado de la buena muerte", excitando con ello a los fieles a orar ante la imagen para suplicar el ansiado privilegio de una “Buena Muerte” y el pueblo comienza a conocer la imagen con el apelativo de “Señor de la Buena Muerte”.
El rezo de un fervoroso credo
para pedir a Cristo el preciado don de Buena Muerte, va a ser pues las explicación
de esa advocación que tanto ha intrigado a los investigadores que no
encontraban lógica a que se conociera como “Señor de la Buena Muerte” una talla
que no representaba iconográficamente el momento final de la Pasión.
Es así como el Señor de la Buena Muerte se convierte hacia 1.730 en una de las referencias devocionales más caracterizadas del barrio de la Merced.
La imagen del Señor de la Buena Muerte llegó a estar tan unida a las prácticas de religiosidad popular habituales en el entorno del convento de la Merced que en 1.766 un grupo de fieles, a cuyo frente se encontraba Manuel Fernández, deciden crear con el apoyo de los religiosos mercedarios, una hermandad cuyo fin, de acuerdo con lo usos de la época, sería atender al entierro y sufragio de los hermanos. Por eso, tras los titubeos iniciales, se acepta la idea de erigir al Señor de la Buena Muerte como imagen que presida las fiestas y actos corporativos. Conforme a ello la familia Mírez, se autoriza a los congregantes a disponer de la imagen para que presida desde el altar mayor del convento la fiesta anual de la hermandad y la procesión claustral con el Santísimo Sacramento el día de Jueves Santo. Para que no quepa duda de ello, la hermandad hace constar desde sus inicios que carece de capilla e imagen propias, que el Señor de la Buena Muerte lo utilizarán por favor graciable de sus propietarios legítimos, la familia Mírez, y que cuando se hallen con fondos procurarán hacer una imagen nueva y suya para sacarla anualmente en procesión.
La Cofradía de pasión nace en 1.926 transformando la antigua cofradía de Gloria, la del Señor de la Buena Muerte, que desde mediados del S. XVIII radicaba en el convento de La Merced. En los años veinte del siglo pasado se encontraba escasa de apoyos y cofrades, manteniéndose viva gracias a ciertas familias ligadas en el tiempo a sus filas. Fue por ello que un grupo, liderado por Manuel Cañones de Quesada, decidió reactivarla transformándola en cofradía de Pasión. Fue entonces cuando se encarga un crucificado al escultor comprovinciano Jacinto Higueras Fuentes y se radica en la Santa Iglesia Catedral, consiguiendo que el Excmo. Cabildo le facilitase la imagen de Ntra. Sra. de las Angustias, que había llegado a la Catedral procedente del extinguido convento de Carmelitas Descalzos.
Francisco de Mírez fue miembro además de otras cofradías, entre ellas de la Santa Capilla de San Andrés, donde ingresó en 19 de enero de 1.712.
El 13 de julio de 1.730 fallece Francisco de Mírez y es sepultado en el convento de Nuestra Señora de la Merced, en la capilla del
Señor de la Buena Muerte, de su propiedad.
[i]Al que por oficio público estaba autorizado para dar fe
de las escrituras y
demás actos que se desarrollaban ante él; más o menos vendrían a ser nuestros
notarios de hoy en día.
[ii] En las aldeas, autoridad judicial inferior al alcalde
ordinario. Normalmente tenían un límite fijo en dinero que delimitaba su
jurisdicción y a partir del cual el caso pasaba a ser conocido por el alcalde
oridnario o mayor del municipio.
[iii] Derecho
de suceder en los bienes dejados con condición
de que se conserven perpetuamente y que se difieren por orden sucesorio al
primogénito próximo
Calle Hornos Mírez: Distrito Casco Antiguo - Barrio La Magdalena
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