María Matea Pérez (siglo XIX)




MARÍA MATEA PÉREZ (siglo XIX)

Unas pinceladas sobre este personaje nos van a llevar a conocer someramente la situación escolar en la etapa isabelina de aquél Jaén del siglo XIX.

A comienzos del siglo XIX, y el propio Ayuntamiento lo reconocía, no había en Jaén ninguna escuela costeada por fondos públicos. De caudal procedente de los jesuitas se sostenían dos escuelas de primeras letras, dos de Latinidad y una de Retórica, que habían ido decayendo y sus maestros desatendieron las enseñanzas, por lo que los padres preferían llevar a sus hijos a otros centros. En 1836 se abrió una escuela pública de primeras letras al frente de la cual se puso a Félix Saravia. Esta escuela, y las existentes en el Hospicio y en la Santa Capilla de San Andrés, eran las únicas que atendían gratuitamente a los alumnos.

El primer avance legislativo importante para la educación de la mujer se plasmará en la Ley Moyano, de 9 de septiembre de 1857: hace obligatoria la creación de escuelas de niñas en pueblos de más de quinientos habitantes y con ello se reconocía por primera vez el derecho de la mujer a una instrucción primaria y, además, al proponer la creación de Escuelas Normales femeninas, exigía la conveniencia de dar una formación pedagógica a las maestras. Si bien, la instrucción pública femenina será inferior a la masculina puesto que no prepara a la mujer para ningún trabajo que no sea el del hogar o el magisterio. 

Una de las escuelas privadas de niñas es la de la Sociedad Económica de Amigos del País. A dicha Sociedad le debe Jaén la primera iniciativa de organizar la enseñanza femenina. El primer proyecto, de 1813, era crear una casa de educación y cuatro escuelas gratuitas de niñas, pero por motivos, sobre todo económicos, solamente se pudo abrir una escuela femenina, por iniciativa de doña Francisca Ribera. Por el momento, se fijó el número de alumnas gratuitas en 24, aumentándose luego a 60, dándose preferencia a las hijas de labradores y artesanos pobres, si bien también les estaba permitido admitir a alumnas pudientes. El contenido de la enseñanza en dicha escuela era «doctrina cristiana, máximas de pudor y buenas costumbres, y las labores del sexo en toda su extensión». A las niñas pobres se les facilitaba silla, hilo y agujas y otros materiales para la enseñanza. Además de las labores de costura y confección de ropas para los niños expósitos, las alumnas aprendían el catecismo, historia sagrada y lectura de fábulas. En 1832 la aventura de la escuela gratuita de niñas puede darse por concluida, aunque la Sociedad trató en diversas ocasiones de restablecerla. Además de esta escuela de niñas, como ya se ha dicho, existía otra con cargo a los fondos que el Deán Mazas dejó en su testamento para la enseñanza femenina, que estuvo abierta hasta 1844, fecha en que falleció su maestra y, por desacuerdo entre el Ayuntamiento y los administradores del legado, la escuela se cerró.
En 1848 el Jefe Político pide que el producto de este legado se aplique a una escuela de niñas; así se abren dos nuevas escuelas públicas de niñas regentadas por dos maestras tituladas: María Matea Pérez, que se establece en la Carrera, en un local lindero con la Casa de Comedias y que forma parte del cuartel de caballería, local en que ya había estado antes establecida la escuela creada con la donación del Deán Mazas. A mediados del curso, para poder continuar las clases, esta maestra se ve obligada a solicitar: un par de bancos de asiento; una pizarra de hule; tres «colesciones» de listas de letra bastarda española de Francisco Iturzaeta; dos claves de lectura de Mariano Vallejo; y unos cristales para las ventanas de la clase que hace pensar en el frío que debieron de pasar con unas aulas sin cristales en las ventanas a lo largo del invierno giennense de 1849;  la otra escuela, regentada por Antonia Castilla, instalada en el edificio de Recogidas, que pertenecía a beneficencia y en condiciones deplorables. Además de estas escuelas públicas, en el Jaén de mediados del XIX había algunas escuelas privadas de niñas, como por ejemplo la de Carmen de Torres o Juana Guzmán, entre otras. Y, aunque con estas escuelas se cubrían parcialmente las necesidades de la población de Jaén, quedaba totalmente desasistido el barrio de la Magdalena, en el que solamente estaba la escuela del Hospicio de mujeres. Por esa razón, el Ayuntamiento instala otro centro femenino en el popular barrio giennense en junio de 1850 y pone al frente a Dolores Giménez Callejón, asignándole, como a las demás maestras públicas, 3.000 reales anuales y casa.

Las precarias condiciones de material y dotación económica se agravaban a la par que los vaivenes políticos sumían en problemas y deudas al Ayuntamiento. La situación vivida por Jaén en 1854 obliga al organismo municipal a reducir drásticamente sus inversiones en enseñanza tanto en material y locales como en los sueldos de los maestros. 

Al entrar en vigor la ley de Instrucción Pública de 1857, su art.º 101 disponía que, en las capitales del tamaño de Jaén, hubiera 11 escuelas de niños y 11 de niñas. Pero el Ayuntamiento creía que era suficiente con las dos de niños y tres de niñas que en ese momento costeaba, sobre todo, debido al limitado presupuesto destinado a enseñanza, que en esos momentos era de 42.450 reales; y además se escudaban en que con la existencia de otras escuelas, como la de la Santa Capilla, la de la Real Sociedad Económica de Amigos del País y las de ambos Hospicios, completaban el panorama educativo giennense. Aunque los esfuerzos económicos del Ayuntamiento eran evidentes y aunque los profesores reclamaban continuamente mejoras para los locales, lo cierto es que las penurias económicas de la ciudad no dejaban mucho margen para el optimismo. Por si no fueran pocos los problemas del Ayuntamiento, el Gobernador Civil le recuerda a la Corporación el artículo 105 de la ley de Instrucción pública de 1857, por el que se exige la creación de escuelas de párvulos en las ciudades de más de 10.000 almas. Ya en 1865 se decide crear dos escuelas, una de niños y otra de niñas; esta última no se había instalado a finales de 1867, y, por ello, su dotación se destina a una escuela de párvulos, que tanta falta hacía en nuestra ciudad y que finalmente se emplaza en la Calle Pilar del Borrego n.º 13, bajo la dirección de Carlos Bonoso. Posteriormente sería trasladada a la Calle San Fernando n.º 6 y se designó como maestro a Manuel Montero Moya, que nombró como ayudante a su esposa, Eufrasia Garzón. Y ésta era la situación de los establecimientos femeninos de Jaén: las niñas disponían de pocas escuelas y el absentismo era muy elevado. Los padres preferían que sus hijas colaboraran en las tareas de la casa y no veían ninguna necesidad de que asistieran a las escasas escuelas existentes, públicas o privadas. El resultado inmediato era el elevado analfabetismo. Aunque el índice de la capital era ligeramente menor a la media de la provincia, el 78% de las mujeres de Jaén no sabía leer ni escribir, frente al 67,09% de los varones.

Calle María Matea Pérez: Distrito Norte - Barrio Los Olivares

Enlaces en la Red:

1.
http://revistas.usal.es/index.php/0212-0267/article/download/11188/11610 "La educación femenina durantre el sexenio revolucionario en Jaén" María Isabel Sancho Rodríguez y María Alcázar Cruz Rodríguez
2.
https://www.ideal.es/jaen/20080525/jaen/empresarias-historia-silencio-20080525.html "Empresarias que la historia silenció" María José Álvarez
3.
http://www.revistacodice.es/publi_virtuales/i_con_h_mujeres/documentos/ponencias/PonenciaSanchoRodriguez.pdf "La enseñanza de la mujer en el Jaén decimonónico: ¿Iniciativa pública, iniciativa privada?" María Isabel Sancho Rodríguez
4.

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