Isaac Peral y Caballero (1851 - 1895)
ISAAC PERAL Y CABALLERO (Cartagena, 1 de junio de 1851 - Berlín, 22 de mayo de 1895)
Científico, marino y militar; teniente de navío de la Armada e inventor del primer submarino torpedero. Hijo y nieto de marinos.
Nace en el
callejón de Zorrilla de la ciudad de Cartagena, hijo de Juan Manuel
Peral y Torres e Isabel Caballero. Tiene dos hermanos, alistados también en
la Armada: Pedro, capitán de fragata; y Manuel, al
mando del cañonero Leite durante la batalla de Cavite de 1898, y al
que se formó consejo de guerra tras entregarse a los estadounidenses sin
presentar combate.
Su madre, al estar el padre siempre destinado fuera y siendo los recursos económicos escasos, envía en 1860 una
solicitud a la reina Isabel II, que concede a Isaac que contaba ocho años, el título de aspirante de Marina y el derecho a utilizar el
uniforme de la corporación, con el compromiso de ingresar en la Escuela Naval
en cuanto alcanzara la edad pertinente.
Ingresa con 14 años en el Cuerpo General de la Armada, al que se reserva el mando de los
buques de la flota. El 1 de julio de 1865 pasó el examen de acceso al Colegio Naval Militar de San
Fernando. En 1866 consigue el
grado de guardamarina de segunda clase.
En 1867 embarca en la corbeta Villa de Bilbao. Tras una ruta en esta corbeta los guardiamarinas
reciben la orden de transbordar a la urca Santa María poniendo rumbo hacia Canarias. Posteriormente toman rumbo al Sur, cruzando la línea del ecuador y
prosiguieron su rumbo por las costas africanas doblando el cabo de Buena Esperanza. Desde aquí hasta Java y posteriormente a Manila. La urca llega en tan mal estado que hubo que ponerla en
seco. Finalmente regresan por la misma ruta hacia la Península donde llegan en octubre de 1869.
Dedica unos veinte años a transitar por todos los océanos y mares y en todas las embarcaciones por entonces disponibles: interviene en la Guerra de los Diez Años
en Cuba y en la Tercera Guerra Carlista, por lo que fue felicitado y
condecorado. También destacó en trabajos y misiones de carácter científico:
escribió un «tratado teórico práctico sobre huracanes», trabajó en el
levantamiento de los planos del canal de Simanalés (Filipinas). En estas campañas la
Marina obtuvo éxitos en la lucha contra los
piratas joloanos, en la que tenían que hacer frente a los primeros ataques de
terroristas suicidas, llamados entonces 'juramentados'.
Isaac Peral es reclamado por el Director del Observatorio de la Marina y de
la Academia de Ampliación de Estudios de la Armada para que se hiciera cargo de
las cátedras de física, química y alemán. El 1 de enero de 1883 recibe el
nombramiento definitivo.
En 1884 el ministro de Marina se vio obligado a
suspender el ingreso de cadetes en el Colegio Naval de San Fernando por falta
de buques de guerra. Apenas se construían nuevos y los viejos se iban quedando
obsoletos. La situación se agravó el año siguiente con la medida suicida de
cerrar los Arsenales de La Habana, dejando a merced de los ingleses en Jamaica
y de los norteamericanos el mantenimiento de nuestra flota de las Antillas.
Isaac Peral, testigo y protagonista de las hazañas de la Armada, y de la
desastrosa situación a la que estaba abocada, decide ponerse manos a la obra e inventar un arma submarina. El proyecto fue acabado, en el
plano teórico, en 1884.
La situación cambió de repente cuando un enfrentamiento con Alemania por la
posesión del archipiélago de Las Carolinas amenazó con llevar a España a la
guerra. La tensión fue creciendo entre ambas naciones durante los meses de
agosto y septiembre de 1885 y en agosto de 1885 comunica su invento a sus
superiores Pujazón y Viniegra, directores respectivamente del Observatorio
Astronómico y de la Escuela de Ampliación. Se nombra una junta para la defensa del proyecto y tras aprobárselo debe comunicarlo al ministro de Marina, Manuel de la Pezuela.
El 9 de septiembre de 1885 le envía la carta y el ministro acoge con gran
interés el proyecto, dictando varias órdenes para que se efectuaran pruebas
preliminares y declarando el asunto alto secreto militar. La suerte cambia, pues muere Alfonso XII y se produce el relevo del Gobierno lo que implicó el cambio en la
cartera de Marina. Por desgracia, los ministros que le sucedieron demostraron indiferencia o
abierta hostilidad –Beránger y Rodríguez Arias–.
Al general Pezuela le sustituye el
vicealmirante Beránger, el ministro de Marina más nefasto del siglo XIX. En diciembre de
1885 se hace cargo del ministerio y el proyecto del submarino
queda aparcado durante siete meses y sufre la primera violación del secreto. En
las propias dependencias del ministerio tuvo acceso a los planos y la memoria
depositados por el inventor un traficante de armas, Basil Zaharoff, el "Mercader
de la Muerte", reclutado por el espionaje británico en la década de 1870.
A finales de junio de 1886 Beránger, decide bajo presión continuar con el proyecto y en octubre dimite por discrepancias con el presidente Sagasta. Le
sustituye Rafael Rodríguez de Arias, que venía de la capitanía
general de Cádiz, pero tampoco era partidario del submarino. La intervención
personal de la reina regente a favor de Peral le obligó a cambiar de actitud.
El proyecto del
submarino siguió adelante, con dificultades. Tuvo que pasar otras dos
pruebas previas a la autorización definitiva; en una, a la que acude la Reina y los ministros militares, sufre un sabotaje. El día de la
prueba, Peral acude antes de la celebración para hacer un ensayo y se lleva una desagradable sorpresa al comprobar que las pilas no funciona porque habían sacado el bicromato de potasa y lo habían sustituido por tinta
roja. Afortunadamente, descubre a tiempo la treta y la subsana, siendo la prueba fue un éxito.
El 20 de abril de 1887 se firma la Real Orden por la que se facultaba al
inventor para que, con la "mayor urgencia", proceda a la fabricación
de su submarino y decreta "máximo secreto". Ni lo uno ni lo otro se
observaron como exigía la Jefatura del Estado y así el 8 de septiembre de 1888 se bota el submarino, gracias al apoyo de la reina
regente María Cristina.
El buque medía 22 m de eslora,
2,76 m de puntal, 2,87 m de manga y desplazaba 77 tn en superficie y
85 tn en inmersión. La propulsión se obtenía de dos motores eléctricos de 30
caballos cada uno; la energía la suministraba una batería de 613 elementos.
Incorporaba además un tubo lanzatorpedos, tres torpedos, periscopio, un
sofisticado "aparato de profundidades", que permitía al submarino
navegar en inmersión a la cota de profundidad deseada por su comandante y
mantener el trimado del buque en todo momento, incluso tras el lanzamiento de
los torpedos. Y todos los mecanismos necesarios para navegar en inmersión hacia
el rumbo prefijado.
Las pruebas oficiales se desarrollaron a
lo largo de 1889 y 1890. A la Bahía de Cádiz acuden a presenciar las pruebas periodistas españoles y extranjero y buques de guerra de todas las marinas del mundo; pero ninguna autoridad civil ni militar española se dignó a visitar Cádiz en aquellos días. Oscuros intereses nunca aclarados motivaron que
las autoridades del momento desechen el invento y alientan una campaña de
desprestigio contra el inventor, al cual no le quedó más remedio que solicitar
la baja en la Marina e intentar aclarar a la opinión pública la verdad de lo
sucedido.
Al final de las
pruebas oficiales, en julio de 1890, se reune una Junta Técnica para
dictaminar sobre la utilidad militar del invento y emite un informe concluyendo que el programa submarino debía seguir
adelante y confirmando que Isaac Peral había inventado el submarino.
En septiembre de 1890, el nuevo Gobierno debía tomar una decisión. Habían
vuelto al poder Cánovas y Beránger y era claro que ninguno de los dos tenía la
menor intención de seguir adelante con el proyecto. Beránger constituyó un Consejo Superior de la Marina a la medida de lo que se buscaba, bajo su presidencia y con hombres de su confianza. Se nombró secretario al capitán de fragata Emilio Ruiz del Árbol, espía al servicio de EEUU. El Gobierno, infringiendo lo dispuesto en la Real Orden vigente, le encomendó que examinara el asunto, cuando lo previsto es que fuera el propio Consejo de ministros quien lo resolviera. El 4 de octubre, el Consejo emitió un informe muy ambiguo que se dedicaba
más a descalificar la personalidad del inventor que a juzgar técnicamente su
obra, pero del que se concluía que "no había invento ni en el conjunto del
submarino ni en ninguno de sus elementos" y, además, atribuía a la
"casualidad" sus más que evidentes logros. El Gobierno cometió un grave error, por decirlo
de manera benevolente, que pagó la nación entera.
En noviembre se instó
a Isaac Peral a que entregara bajo inventario su submarino y, con ello, se dio
muerte definitiva al primer programa submarino del mundo.
El inventor se trasladó a Madrid para
operarse de un cáncer que había aparecido en octubre de 1889 y
que le había perjudicado durante el periodo final de las pruebas.
El 5 de noviembre de 1891 se licencia
del servicio y es operado de cáncer en Madrid, pero se le impide publicar su
manifiesto en ningún medio de comunicación. Finalmente, consigue publicarlo,
costeándoselo de su bolsillo, en el periódico satírico El Matute.
Montó una fábrica de acumuladores en Madrid
y varias empresas diseminadas por toda la geografía nacional para electrificar municipios, empresas e instalaciones de todo tipo. Dedicado a la vida
civil, consiguió fundar varias empresas con éxito, relacionadas con su
especialidad: el aprovechamiento de la energía eléctrica. Ejemplo de estas fue
la Compañía Termoeléctrica de Manzanares (Ciudad Real), fundada junto al Marqués
de Salinas.
Además, montó las primeras centrales eléctricas que hubo en España.
Su salud se fue deteriorando muy deprisa y desde
1891 hasta 1895 sufrió cuatro graves intervenciones quirúrgicas. El 4 de mayo de 1895,
Peral se traslada a Berlín para ser operado de cáncer, pero un
descuido en las curas le producen una meningitis que acaba con su vida el 22 de
mayo, cuando estaba a punto de cumplir 44 años.
Su obra, en materia eléctrica, fue
continuada por el ingeniero belga Tudor. Y, precisamente con las baterías
Tudor, volvieron a navegar los submarinos.
El 11 de noviembre de 1911, sus restos
mortales son trasladados desde el cementerio de La Almudena de Madrid
al cementerio de Los Remedios de Cartagena, su ciudad natal.
El submarino se encuentra en el Museo Naval de Cartagena, que cuenta
con una sala dedicada a su persona.
Calle Isaac Peral: Distrito Sur - Barrio El Almendral
Enlaces en la Red:
2. http://www.elmundo.es/elmundo/2013/08/14/ciencia/1376474198.html“Isaac Peral, el genio frustrado” Javier Sanmateo
Comentarios
Publicar un comentario