Francisco Javier Castaños Aragorri Urioste y Olavide (1758 - 1852)





FRANCISCO JAVIER CASTAÑOS ARAGORRI URIOSTE Y OLAVIDE, DUQUE DE BAILÉN (Madrid, 22 de abril de 1758 - Madrid, 24 de septiembre de 1852)


Militar y político que sobresalió durante las Guerras Revolucionarias Francesas y la Guerra de la Independencia Española
Nace en Madrid, hijo de María Concepción Aragorri Olavide y de su segundo marido, Juan Felipe Castaños Urioste, los dos pertenecientes a distinguidas familias. María Concepción de Aragorri había nacido en la localidad vascofrancesa de Ainhoa, dentro de una familia de comerciantes que pronto se traslada a San Sebastián. Su hermano Simón es un poderoso banquero y llega a ser ministro de hacienda con Carlos III. Muerto su primer marido, Manuel de las Casas y de la Cuadra, natural de Sotopuerta (Vizcaya) vuelve a casarse en segundas nupcias con el vizcaíno Juan Felipe Castaños y Urioste, nacido en Portugalete.

Francisco Javier Castaños tuvo una hermana, María Concepción, que se casó con Francisco Luís Héctor de Carondelet, el cual fue gobernador de Luisiana y Florida y presidente de la Real Audiencia de Quito.
Tuvo varios hermanastros, hijos del primer matrimonio de su madre: Luis de las Casas y Aragorri, gobernador de Cuba y capitán general de Cádiz; su hermano Simón, embajador en Londres; Rosa María, casada con Alejandro O’Reilly (militar prestigioso en su época); Engracia, unida a Pedro Gómez Iríbar-Navarra, oidor de la Real Audiencia de Cataluña y por último, Isabel, desposada con Jerónimo Girón y Moctezuma, marqués de las Amarillas, gobernador de Barcelona y virrey de Navarra. Por tanto, el hijo de ambos, el general Pedro Agustín Girón de las Casas, sería sobrino de Castaños y lucharía junto a él en la Guerra de la Independencia. Girón, a su vez, enlazó con la hija del político y militar José Manuel de Ezpeleta, siendo su hijo Francisco Javier Girón Ezpeleta, fundador de la Guardia Civil.
A los 10 años de edad, Castaños recibió el grado de capitán de infantería, que el rey Carlos III le concede en atención a los méritos de su padre. Pasó a estudiar, como oficial de corta edad, al Seminario de Nobles, formación que completaría después con la especialidad de matemáticas en la Academia de Barcelona.
A los 16 años es destinado al Regimiento “Saboya”, en Cádiz, comenzando así su larga vida militar.
En 1780 a los 22 años, encuadrado en el Regimiento de Saboya y ya capitán efectivo, concurrió al tercer bloqueo de Gibraltar y, al año siguiente, a las órdenes del francés duque de Crillón, participó en la reconquista de Menorca.  
A los 24 años asciende a sargento mayor (comandante), a los 26 a teniente coronel y a los 31 a coronel graduado. 
En el verano de 1782, combatió en el frustrado cuarto sitio de Gibraltar y, cuatro años más tarde, se trasladó a Orán,  hasta que por el Tratado de septiembre de 1791, España abandonó aquel territorio.
Castaños se distinguió en la defensa de Ceuta. 
Al ascender a coronel, le fue confiado el mando del regimiento "África", con el que en 1793 prestó sus servicios durante la llamada Guerra de la Convención que el rey Carlos IV declaró a la Francia republicana, luchando en los Pirineos Occidentales bajo las órdenes del general Ventura Caro, jefe del ejército de Navarra. 
En 1794 fue ascendido a brigadier -el rango de brigadier es generalmente superior al rango de coronel, y subordinado al de General. Hoy ha sido reemplazada esta categoría por la de general de brigada en el Ejército y la de comodoro en la Marina-, siendo poco después herido gravemente en la cabeza, -una bala le penetró por debajo de la oreja derecha y salió por encima de la izquierda- en la defensa del Monte San Marcial (Guipúzcoa). Restablecido, fue nombrado mariscal de campo en 1795.
Por exteriorizar juicios desfavorables al todopoderoso Godoy, fue desterrado a Badajoz. 
En 1800 se dio a Castaños el mando de unas tropas que debían partir hacia el Caribe para tratar de reconquistar la isla de Jamaica, en poder de los británicos. Pero hubo de acudir apresuradamente con aquellas tropas a rechazar el ataque inglés, efectuado el 25 de agosto, contra Ferrol, por la escuadra del contraalmirante John Borlase Watren, que desembarcó cerca de diez mil infantes mandados por el general James Pulteney en las playas de Doñinos y San Justo. No hubo combate, porque las fuerzas británicas, ante la obstinada defensa local, perdieron el ánimo y optaron por reembarcar dos días después. En 1802 fue ascendido a teniente general por la defensa del puerto del Ferrol contra los ingleses (lo que le valió, por cierto, ser nombrado alcalde honorario de Portugalete). 
Fue nombrado para el mando de la comandancia del Campo de Gibraltar, cuya sede traslada desde San Roque hasta Algeciras y allí tuvo que desmontar dos descabellados proyectos de Godoy.
Desde puntos de vista militar y diplomático, la gestión de Castaños fue muy eficaz en ese destino. En 1808 previendo la invasión napoleónica, firmó un pacto con el general Dalrymple, gobernador de Gibraltar, por el que ambas partes se comprometían a prestarse ayuda mutua. En Ronda, organizó una división de cerca de 7.000 hombres -embrión del futuro Ejército de Andalucía- y, tras serle conferido por la Junta Suprema de Sevilla la Capitanía General, reunió nuevas divisiones -quizá sumó 25.000 hombres- con las que marchó al encuentro de los franceses que, mandados por el general Dupont, avanzaban con la intención de ocupar Sevilla, conquistar Cádiz y liberar la flota del almirante francés Rosilly -superviviente de la Batalla de Trafalgar- apresada por los españoles.
La batalla de Bailén se libró durante la Guerra de la Independencia Española y supuso la primera derrota en campo abierto de la historia del ejército napoleónico. El choque hispano-francés tuvo lugar en Bailén el 19 de julio de 1808 -la primera batalla importante perdida por los soldados de Napoleón- en la que Dupont y cerca de 20.000 de sus hombres fueron hechos prisioneros y el ejército galo tuvo más de 2.000 bajas. A aquel triunfo contribuyeron poderosamente los generales españoles Teodoro Reding y el marqués de Coupigny, pero es preciso admitir que el plan de operaciones fue concebido por Castaños.
En el escudo de la ciudad de Bailén figura en lugar preferente un  cántaro agujereado, que se dice representa a María Bellido. Según la tradición, esta mujer habría utilizado el cántaro precisamente para suministrar agua a los soldados españoles, algo que resultó de gran importancia para el resultado de la batalla, dadas las altas temperaturas que hubo ese día; parece más bien, sin embargo, que se trata de una personificación simbólica: todo el conjunto de la ciudad habría colaborado con ese suministro durante la batalla, y el personaje de María Bellido se habría creado precisamente para personalizar el gesto, ya que dice la leyenda que una bala perforó el cántaro de esta mujer mientras estaba dando de beber a los soldados españoles
Con sus huestes vencedoras llegó Castaños a Madrid, el 23 de agosto, donde la junta Central le encomendó el mando del Ejército del Centro y la coordinación -no el mando único- del conjunto de todas las fuerzas.  
Fue sometido Castaños a un Consejo de Guerra por la derrota de Tudela y desterrado a Algeciras, pero declarado exento de culpa, se le confió el cargo de miembro de la primera Regencia constituida en Cádiz en mayo de 1810. Al instituirse la segunda Regencia, en enero de 1811, cesó en su anterior destino y se le encomendó la jefatura del 5° Ejército de Extremadura y Castilla.
De esta época data su amistad con el duque de Wellington -ya famoso por sus victorias en las batallas de Vimeiro, Talavera y Busaco- con quien colaboraría estrechamente. 
La Batalla de Albuera marcó un cambio de tendencia en la guerra contra el francés. Tras las seguidas derrotas de Somosierra, Uclés, Belchite, Almonacid, Ocacia y Alba de Tormes, parecía que los ejércitos de España, con la ayuda británica, adquirían una mayor eficacia. 
En abril de 1812, participó en la toma de Badajoz y el 18 de agosto reconquistó Astorga. Castaños no estuvo presente en la Batalla de Los Arapiles (22-7-1812), pero contribuyó al gran triunfo de Wellington con la aportación de un contingente de 3.500 infantes de su 5º Ejército. 
Nombrado Wellington generalísimo de todos los Ejércitos aliados en la Península, las relaciones entre él y Castaños se consolidaron.   
Entre el 1 de febrero de 1810 y el 29 de mayo de 1810 fue presidente del Consejo de Regencia de España e Indias.
Al llegar Fernando VII a Madrid, el 13 de mayo de 1814, Castaños fue confirmado como consejero de Estado, pero tras la evasión de Napoleón de la isla de Elba, tomó el mando de las fuerzas españolas que se adentraron en Francia hasta Perpiñán y, derrotado el gran Corso en Waterloo, fue nombrado capitán general de Cataluña. 
En esta etapa tuvo que reprimir el movimiento liberal de 1817, capitaneado en Barcelona por el general Luis Lacy, que fue fusilado en el Castillo de Bellver, en Palma de Mallorca. 
Al sublevarse Riego en enero de 1820, en Cabezas de San Juan, Castaños aceptó el éxito de los insurrectos, cedió la Capitanía General de Cataluña al general Villacampa y recuperó su puesto en el Consejo de Estado. Castaños no armonizaba con las ideas avanzadas; amaba la tradición y los principios fundamentales de la religión; patria, familia y monarquía, sin desdeñar lo bueno de las innovaciones en lo social y en lo político. 
Durante los acontecimientos que dieron fin al período constitucional y la invasión de los Cien Mil Hijos de San Luis en octubre de 1823, Castaños con la salud resentida se refugió en la residencia de su amigo el duque del Infantado, en Guadalajara, después retornó a Madrid y finalmente se instaló en Bailén. 
En septiembre de 1832, al enfermar gravemente Fernado VII, Castaños fue nombrado capitán general de Castilla la Nueva y, posteriormente, cesó en aquel cargo para ocupar la presidencia del Consejo de Estado, desde donde convocó las Cortes que juraron como Princesa de Asturias a la infanta Isabel.
En julio de 1833, Fernando VII le otorgó el título de duque de Bailén y al fallecer el monarca el 29 de septiembre siguiente, por decisión de su testamento, fue uno de los ocho miembros del Consejo de Gobierno para asesorar a la reina regente María Cristina. Su avanzada edad -75 años en 1833- explica que durante la Primera Guerra Carlista no desempeñase cargos militares de importancia. 
En 1837 se le designó senador vitalicio por Cataluña y en 1838 sucedió a Agustín Argüelles como tutor de Isabel y de su hermana la infanta Luisa Fernanda hasta la mayoría de edad de la primera. Un año más tarde, asumió el mando del Real Cuerpo de Alabarderos y el Gobierno francés le concedió la Legión de Honor en su grado de Gran Cruz. 
Al cumplir los 92 años, la reina Isabel II le confirió el título de marqués de Portugalete y falleció soltero, cubierto de gloria y honores, a los 94 años, el 29 de septiembre de 1852, diez días después del óbito de su amigo y colega el duque de Wellington.
Estuvo enterrado en el Panteón de Hombres Ilustres de Madrid hasta 1963, año en el que sus restos mortales son trasladados solemnemente a Bailén y depositados en la Iglesia Parroquial de la Encarnación con su mausoleo original. El general Castaños descansa en esta ciudad junto a la Virgen de Zocueca, patrona de Bailén, de la que era muy devoto y a la que donó sus condecoraciones militares en 1823.

Calle General Castaños: Distrito Este - Barrio Egido de Belén

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